Decidimos criar la raza de nuestra vida, fue un flechazo que nos atravesó la primera vez que vimos a ese grandullón y barbudo perro negro, alejado del estereotipo de perro que habitualmente se tenía en mente en la década de los 80 del pasado siglo XX, orejas erguidas elegantemente cortadas, apenas un pequeño rabito graciosamente agitado demostrando alegría, ya acostumbrados al tener nuestro Dobermann, también del mismo corte atípico, su “primo”, el Schnauzer Gigante con un porte atlético, potente y altivo, al que apenas se le veían los ojos detrás de ese flequillo frondoso y luciendo una poblada barba negra nos cautivó y se introdujo en nuestra alma como un componente más de nuestro ADN.
Hemos disfrutado y disfrutamos cada camada, cada momento, con el firme propósito de hacer llegar y compartir con otras familias esa pasión que nos mueve con esta raza, tratando de aportar nuestro minúsculo granito de arena en su mejora y evolución, siempre desde la admiración, el respeto y la devoción que nos producen.
Evidentemente no somos nada imparciales al definir esta raza para nosotros como la mejor del mundo y la más completa . Ponemos un especial énfasis tanto en la socialización de las camadas al completo como en la selección genética para su aspecto morfológico y su salud, aspecto este con el que estamos especialmente comprometidos, pues esperamos que nuestros cachorros permanezcan con sus familias el mayor tiempo posible en las mejores condiciones posibles.
A veces los partos, las camadas nos producen algún disgusto que otro por las condiciones particulares de cada madre y algunos otros inconvenientes imprevisibles. Centenares de noches en vela, guardando vigilia a aquellos bebés sin su madre, amamantándolos como si de hijitos nuestros se tratase.
Otras veces flaquean las fuerzas y en algún momento llegas a pensar que es la última camada, que no merece la pena y barajas la idea de dejarlo todo, pero entonces una mirada es suficiente para seguir adelante y seguir queriendo compartir su belleza, su carácter y su fortaleza.
Decidimos vivir por y para ellos cada día de nuestra vida. Así lo hemos elegido, ellos no entienden de festivos o vacaciones o si estás con mejor o peor estado de ánimo.
Adaptamos nuestro modo de vida, nuestra casa, nuestro coche pensando en la mejor forma de convivir con ellos.
En ocasiones no seremos nada fáciles de entender, situando a estos barbudos por encima de otras muchas cosas o personas en algún momento, por eso en nuestro caso somos privilegiados de hacerlo en familia y haber transmitido cierto grado de esta locura a nuestros hijos.
Estamos orgullosos de hacer lo que hacemos porque lo hacemos con corazón y pasión, de otra forma sólo seriamos fabricantes sin alma. Nuestra mayor recompensa son ellos, no necesitamos reconocimientos ni tampoco compasión o lástima. Toda esa dedicación, ese desconsuelo a veces y esos sinsabores que se producen en algunas situaciones, se arrinconan cuando vemos a esos pequeñines que nacieron en nuestro dormitorio a los pies de nuestra cama, con sus nuevas familias felices y repartiendo felicidad.
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